En juguetes viajeros
Este es el inicio de la travesía, un vuelo de Lima a Chiclayo me toma 1 hora y queda poco tiempo para soñar cómo será el lugar. Ese pájaro volador mata la ilusión trasladándome en un santiamén como quien toma su transporte a cualquier sitio de Lima.
En Chiclayo no está haciendo mucho calor, el sol aparece como pidiendo permiso y las nubes lo persiguen para abrazarlo otra vez, el taxista me comenta que los últimos días fueron de lluvia, y me lo dice mientras me ofrece un lugar para alojarme durante el día, las calles se notan húmedas pero el humor es bueno.
Si deseo conocer los atractivos de una ciudad siempre los taxistas son la mejor fuente, incluso más que las oficinas del ministerio. Fiarse de ellos es un riesgo que los suficientemente locos como uno pueden asumir sin mucho arrepentimiento, pero mi valentía de aventurero sólo llega hasta los taxistas de empresa con fotocheck, ni modo, en mi trabajo todavía necesitan explotarme.
La playa, las olas y el almuerzo como es debido, todo en una playa cerca a Chiclayo: Pimentel, dejé que me abrace el sol mientras las nubes lo seguían persiguiendo hasta que me tocó partir, mi bus salió a las 7pm y el astro pidió permiso para descansar, las nubes se lo concedieron.
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